CONTRA LA MURMURACIÓN (Núm. 11:1-6).

Observemos cómo el mal empezó en las afueras del campamento entre la multitud entremezclada, y cómo el fuego del Señor ardió en las partes más extremas del campamento. El gran peligro para la iglesia reside en los meros seguidores del campamento, que se adhieren a las iglesias e infectan al verdadero Israel de Dios.

I. UN ESPÍRITU INSATISFECHO DESAGRADA AL SEÑOR.

1. Esto podemos derivar de nuestros propios sentimientos; cuando nuestros empleados, nuestros hijos o receptores de nuestras limosnas están quejándose, nos cansamos de ellos y nos enfadamos.

2. En el caso de los hombres respecto a Dios es mucho peor el murmurar, ya que no merecemos nada de su mano, sino todo lo contrario. « ¿Por qué murmura el hombre viviente, el hombre en su pecado?» (Lam. 3:39; Sal. 103: 10) “no ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados”.

II. UN ESPÍRITU INSATISFECHO SE IMAGINA QUE ENCONTRARÍA PLACER EN AQUELLAS COSAS QUE LE SON NEGADAS.

Israel tenía maná, pero deseaba carne, legumbres, melones y cebollas, etc.

1. Es perjudicial a nosotros mismos, pues nos impide gozar de lo que ya tenemos. Lleva a los hombres a quejarse de la comida de ángeles llamándolo “este pan tan liviano» vea num. 21: 5 “Y habló el pueblo contra Dios y Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? que ni hay pan, ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano”.

Condujo a Amán a arriesgar su prosperidad y su vida a causa de una sola persona que rehusó hacerle reverencia (Ester 5:13).

2. Es calumnioso e ingrato acerca de Dios.

3. Conduce a la rebelión, la falsedad, la envidia y a toda suerte de pecados.

III. UN CORAZON INSATISFECHO MUESTRA QUE LA MENTE NECESITA SER

REGULADA.

La gracia pondrá todos los deseos en orden, y guardará nuestros pensamientos y afectos en su propio lugar, del modo siguiente:

1. Contentamiento con las cosas que uno tiene (Heb. 13:5) Sean las costumbres vuestras sin avaricia; contentos de lo presente; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré”.

2. Moderados deseos en cuanto a otras cosas. «Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí. No me des pobreza ni riquezas; Manténme del pan que he menester;» (Prov. 30:8).

3. Plena resignación respecto a las cosas terrenas que nos faltan. «Y yéndose un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando, y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí este vaso; empero no como yo quiero, sino como tú. » (Mat. 26:39).

4. Primero, y ante todo, deseos de Dios. «Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¡Cuándo vendré, y pareceré delante de Dios!», etc. (Sal. 42:2).

5. En segundo lugar, desea ardientemente los mejores dones (1ª Cor. 12:31 “Empero procurad los mejores dones; mas aun yo os muestro un camino más excelente.”).

6. Sigue siempre el amor, que es el camino más excelente (1ª Cor 13:1 “SI yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo á ser como metal que resuena, ó címbalo que retiñe”).

Leí acerca de César que, habiendo preparado una gran fiesta para sus nobles y amigos, sucedió que el día señalado fue tan tempestuoso que no pudo realizarse ninguno de los actos al aire libre que estaban preparados en honor del soberano. Este se enojó de tal manera que mandó a sus soldados que arrojaran sus saetas contra Júpiter porque les había dado aquel mal tiempo; los soldados lo hicieron, pero ocurrió que, como las saetas no podían llegar al cielo, cayeron sobre las cabezas de los que estaban reunidos, hiriendo a muchos de ellos.

Así nuestras quejas y murmuraciones son como saetas que arrojamos contra Dios pero vuelven contra nosotros mismos e hieren corazones. No le alcanzan a Él, pero nos dañan a nosotros mismos; por lo tanto, es mejor callar que murmurar; es peligroso contender con Aquel que es fuego consumidor (Heb. 12:29). . Thomas Brooks.

Los israelitas son llamados «murmuradores» y «rebeldes> en este mismo texto (Núm. 17:10); y ¿no es la rebelión como pecado de brujería? (1º Sam. 15:23). Si tú eres un murmurador cuenta con que Dios te considera como un brujo, o sea como uno que tiene pacto con el diablo. Este es un pecado de primera magnitud. Murmurar termina a menudo en maldición. La madre de Miqueas terminó blasfemando cuando le fueron robados los talentos de plata (Jue. 17:2). Así hace el murmurador cuando alguna parte de sus bienes le es quitada. Nuestras murmuraciones son la música del diablo; éste es un pecado que Dios no puede soportar. - T. Watson.

Temo tanto a la murmuración corno a los juramentos y blasfemias. - Juan Wesley.

Un niño estaba llorando por vicio y oí a su madre decir: «Si tú lloras por nada pronto te daré por qué llorar.» Efectivamente, poco después los golpes que oí de su mano me hicieron comprender que la amenaza había sido cumplida, y aprendí la lección de que cuando nos quejamos por nada, la vara del Señor está cerca de nuestras espaldas y nos hará, probablemente, llorar con razón.

Autor: Abisaí Vázquez González